Una navidad diferente

Ya llegamos a final del mes de noviembre. Las ciudades visten más o menos razonablemente sus luces navideñas, las personas afluyen más o menos razonablemente en los centros de las ciudades a comprar regalos navideños. Este movimiento, vehículo por ahora, de alegría augura tiempos de austeridad que seguirán los de saturación – saturación de luces, de personas, de regalos -. Como si la alegría no pudiera pasar por otros canales, como si el consumo tal vez exagerado sólo tenga que conllevar el castigo de la privación. Esta dualidad casi «cósmica» se queda, oscura, encima de todos nuestros sistemas. La sombra de la crisis y la sombra del justificado castigo van de la mano. La irreponsabilidad de los ambiciosos es la otra cara de la fantasía de la vuelta al inexistente siglo de oro, época sagrada cuando «todo estaba mejor», cuya ausencia es la garantía de su utópica persistencia. Bueno, podríamos seguir descubriendo entonces que lo político de hoy se está jugando en el campo de lo mítico. Pero nos gusta más desviarnos de ello y descubrir con entusiasmo que las prácticas amateurs operan en el campo de lo real, sin esquizofrenia ni perversidad. No se trata de imaginar un mundo pasado mejor: ¡la makerbot parece ciencia ficción y es una tecnología totalmente disruptiva!, pero sí de distinguirse del consumo masivo ofrecido por la industria. Así que para esta Navidad, si es que participas en este movimiento, (nosotros ¡sí! :-)), la compra de una impresora 3D o de los elementos que permiten construirla puede ser una opción atractiva y sobre todo realista en esos tiempos bastante irracionales. Regalos, regalos ultra personales, autonomía, rapidez, bajos costes sin explotación de un tercero, aprendizaje, consumo razonado, producción personal, son todas características de un regalo «made in casa» asistido por la tecnología.

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